The Fate Tales
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THE FATE TALES
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SAGARÍS, año 945.

Tras dos mil años de historia, la capital de la joven Oligarquía de Aelthim se yergue como una urbe cosmopolita y en auge. Nudo de rutas comerciales, la Revolución Industrial ha expandido y transformado la estructura de la ciudad, haciendo de ella uno de los lugares más poblados del mundo conocido.

Sin embargo, la prosperidad y la riqueza de la metrópolis se nutre de la explotación. El nuevo proletariado se encuentra subyagado bajo un gobierno que apoya la industrialización, en el que el puño de la burguesía se apoya para perpetuar la situación.

¿Estás dispuesto a tomar parte en un mundo preparado para la lucha y el conflicto? ¿Estás dispuesto a tomar las riendas de tu destino?
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Mensaje por Adhael N. de Harik Vie Oct 05, 2012 4:42 am

Verde. El verde de la vegetación, oscuro a causa de la sombra de los árboles, teñía un ceñido paisaje que se extendía hasta el horizonte, escueto por lo restringido del mirar. El discurrir del agua, en un arroyo cercano, empapaba con su sonar un ambiente ya cargado de humedad, a causa de las recientes lluvias que embarraban el suelo. Sin embargo, en ese momento, y a pesar de las numerosas hojas por encima, se podía ver un decreciente sol dar las últimas muestras de vida antes de precipitarse a un final que sumiría nuevamente a la selva en la más profunda tiniebla.

Unos pasos cargados de una agilidad fundamentada en la experiencia, pero rota por la capa de fango en las botas, irrumpían en ese contexto. Arco en mano, un hombre cruzaba esa foresta, a ritmo de trote, siguiendo un objetivo presente en su mente, pero ausente en escena. Él creía que el camino que seguía no podía ser muy errado y se aferraba a esa idea con la intención de ahuyentar el mal humor que le invadiría de fallar en su empresa. En determinado momento, cesó su marcha, abrió bien los ojos y observó el panorama, cuidando de minimizar la respiración para poder estar atento a cualquier sonido que desvelara su presa. Llevaba lo que estimaba como hora y media divagando por esos bosques que, por fortuna, conocía mínimamente bien como para regresar, y el calor que ya cargaba el inicio de aquella estación de Nastorae se había sumado a su suplicio. Sin embargo, no había desistido y, ahora, su turbante pendía convertido en una larga tira de tela de su hombro desnudo.

De pronto, un movimiento entre los helechos a su izquierda, lo alarmó. Agachado, procedió a acercarse con lentitud al lugar y, apartando las plantas, desveló la fuente de agua ya descrita. En sus orillas, el motivo de su carrera y de la sonrisa victoriosa que ahora se hacía dueña de sus labios: un antílope. Su mano se dirigió, sigilosa, a su espalda y la flecha pronto cambió su ubicación desde la aljaba hasta esa tirante cuerda que, sin vacilar más, se destensó.

_________________
Dos horas después, con el día ya completamente llevado a su fin, el caminar se había vuelto terriblemente pesado, cargando, como estaba, con el animal muerto a su espalda. Por su cuello discurría una línea de sangre que se perdía en su bronceado pecho, pero eso le acarreaba pocas inquietudes, pues tenía una preocupación que debía resolver en primer lugar: sus tripas rugían de hambre. El uso de la visión térmica, propia de su raza, le resultaba obviamente ventajosa en ese entorno hostil, pero gastaba sus energías, acentuando el cansancio ya presente y su necesidad de recuperar fuerzas y de llenar el estómago. Por suerte, el antílope había evitado huir en línea recta, lo cual hacía el camino de vuelta menos largo. A esas alturas, ya había rechazado el callar cualquier queja y una respiración trabajosa le acompañaba en su vuelta al zulo que sería su refugio durante esa noche. Su compañero de guardia le esperaba allí y sería él con quien desmembraría al animal para transportarlo más fácilmente de vuelta a su campamento base al día siguiente. Hacía tiempo que había aprendido a superar sus escrúpulos para con la caza de animales, un deporte que nunca le había atraído, pero que ahora resultaba ser buena parte de su día a día. Su pensamiento, lejos de cualquier remordimiento entonces, estaba centrado en sentarse, al fin, en las mantas que hacían las veces de colchón y en pedir a Aldemnus que nada le entretuviera más de lo debido. Parecía que esa noche no iba a contar con la gracia divina.


Última edición por Adhael N. de Harik el Dom Oct 07, 2012 7:23 am, editado 1 vez
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Mensaje por Thimothée Boucher Sáb Oct 06, 2012 9:28 pm

Un pequeño bostezo le hizo cerrar los ojos, cansado y algo aburrido Thimothée jugaba con una esfera de luz entre sus manos, el día había sido pesado y sin duda alguna detestable, sin contar que ahora llevaba una herida en su brazo por el trabajo.
Había comenzado con un desayuno rápido y ligero, no fue más que para llenar el estomago unas dos o tres horas, no le apetecía estar en la misma mesa que su insoportable hermanita, esa niña consentida que lloraba hasta por que se le había caído un cabello. Seguramente si la hubieran mandado a cargar bolsas de materias primas para los artesanos, le hubiera dado un paro cardiaco del susto.
Bolsas para aquí, bolsas para allá. Los costales pesaban… y mucho, no dejaban de gritarle ordenes al chico, en especial su padre, aunque más que ordenes eran regaños de que hacía todo mal, de que no apilaba bien las cosas y cada tanto le pateaba la bolsa inferior para que cayeran de nuevo todo al suelo y pudiera culparlo de que hacía todo mal… una vez mas.
Desde las ocho de la mañana hasta las doce y media trabajaba sin parar, media hora para comer y luego seguía hasta que el sol se ocultara por el horizonte, y ya todos se retiraran a sus casas, aunque él debía quedarse ordenando y limpiando todo lo que habían ensuciado los demás haciendo los respectivas artesanías, mientras su padre, su madre y hermana cenaban felizmente en la casa, calientes y felices.
La rutina, la rutina lo estaba matando. Ya no soportaba todo lo que tenía que sufrir, y además esa tarde entre el mal humor y el sueño, el cuchillo se escapo de su mano mientras cortaba una bolsa y fue a parar directo a su brazo… aunque él se retorcía de dolor, a nadie pareció importarle, por lo cual tuvo que hacer un torniquete con una tela vieja y seguir trabajando, aunque doliera no quería escuchar ni un solo grito más de su padre.

Las horas pasaron, con desafíos pero pasaron, la noche había caído sobre la ciudad y Thimothée había terminado por suerte todo temprano, como nunca los artesanos habían sido bastante prolijos a la hora de hacer sus artesanías, por lo cual no había mucho que limpiar u ordenar. Lo ultimo que tomo fueron sus cosas, y partió hacía el bosque, no le apetecía volver a su casa, seguramente no le habrían dejado nada de comer y con su mal humor se hubiera generado una gran pelea.
Casi corriendo, entro hacía el bosque, el barro enseguida comenzó a manchar sus botas y no pudo hacer más que maldecir por lo bajo, en cuanto se introdujo dentro de este puso las manos en frente a su pecho y una bola de luz se formo entre estas, no había conseguido nacer con visión nocturna, pero tener una lámpara entre manos automática… lo ponía también bastante fácil aunque podría ser visto por alguien.
¿A caso importaba? Lo único que quería hacer era llegar a algún lugar donde la roca estuviera seca y más o menos limpia para acostarse a mirar las estrellas, rogaba por encontrar un claro, lleno de hierba y tal vez algún pequeño animal para come algo. No valía de nada los panes y las galletas que tenía.

Un poco más corriendo de aquí para allá, hasta que un buen claro estuvo frente a sus ojos, había una pequeña cascada hacía la izquierda de este por lo cual le brindaría una buena fuente de agua, unos arboles caídos y para su suerte secos a la derecha para hacer fuego y lo ultimo que quedaba por buscar era comida, pero el agotamiento era demasiado por lo cual se debería de arreglar con lo que tenía y no mucho más. Tal vez algún hongo que hubiera, o fruto cercano al suelo.
Al pisar el claro, corrió hacía el medio, se dio la vuelta y dejándose caer hacía el suelo, tendido miro las estrellas fijamente, buscando alguna figura en ellas mientras la bola de luz se movía de aquí para allá haciendo figuras en la oscuridad, no le molestaba que alguien lo viera, ahora mismo sus sentidos estaban nublados por el agotamiento. Así podría quedarse horas y más horas, sentía ya ropa mojada por agua o barro, pero ya se secaría en cuanto hiciera el fuego.


Última edición por Thimothée Boucher el Dom Oct 07, 2012 8:29 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Adhael N. de Harik Dom Oct 07, 2012 12:28 pm

El caminar de aquel hombre moreno era, además de pesado, lento, como si se necesitasen pruebas mayores de su cansancio que el hastío imperante en sus palabras. Con tal andar, el trayecto de vuelta a su refugio, ese poco-más-que-un-hoyo que apestaba al olor de vela quemada que se mezclaba con el propio del humo que desprendían éstas, se había alargado más de lo que en un principio hubiera previsto.

Durante los pasados años, el kirathí había desarrollado una costumbre de quejarse abiertamente, estando en soledad y sin reparos de minar la importancia de sus palabras, sino, más bien, teniendo a exagerar su situación, como si, marcando la paradoja, esto fuera lo que le diese fuerzas para continuar con la labor; en compañía, sin embargo y generalizando, no se permitía más que cortos comentarios en los que la carga de sus impresiones no llegaba más que a pequeños resquicios de las mismas. Esto le pudiera, como de hecho había resultado en un par de ocasiones, traer consecuencias negativas, pues, en mitad de la selva uno debía de mostrarse cuidadoso, no sólo por los depredadores que allí habitaban, sino, aún más, por otros forajidos o bandas como a la que él pertenecía que habían hecho del lugar su propia y, a ojos de muchos, ilegítima nación. Peligroso era para cualquiera, pero aún más para aquellos ajenos a aquel mundo. Los robos eran frecuentes y tampoco eran raros las muertes, justificadas o no, en aquel no pequeño resquicio al margen de la ley.

Pero centrándonos en la situación concreta que acaecía y no en el contexto que la condicionaba, el hecho era que el zulo en el que pasaría la noche se encontraba al otro lado de un arroyo que, a causa de la inclinación del terreno, discurría con fuerza y cuyo único paso fácil en un par de kilómetros a la redonda era al otro lado de otro de esos curiosos claros que se formaban en medio de la vegetación. Ya alentándose con el final de su recorrido y dilatada tarde, tan larga que había acabado con cualquier rastro de luz diurna hacía ya tiempo, se encontró con esa sorpresa que le hizo increpar a Aldemnus por los motivos de no haberle concedido un regreso sin algún problema más. En medio del no tan grande descampado, se encontraba una danzarina luz que delataba una presencia ajena antes de que ésta se configurara en persona. Un yarothi, o quizás un arkad que hubiera desarrollado la habilidad propia de los antiguos daratheos que hizo que las maldiciones que aún le quedaban por pronunciar se quedaran atascadas en su garganta, desvaneciéndose ante una preocupación aún mayor. Se detuvo y con movimientos lentos, comenzó a agacharse para dejar la presa en el suelo haciendo el menor ruido posible. No le resultaba agradable el tener que abandonar el resultado de tan costoso esfuerzo, pero no consideraba tener otro remedio en aquel momento. Cierto era que podía andar más para evitar cualquier encuentro, pero en tal nivel de cansancio, sus intenciones estaban lejos de esforzarse mucho más y, si quería alcanzar el acceso, tenía que adentrarse en el claro.

Con el mismo cuidado, comenzó a avanzar agachado por el rededor de la tierra descubierta intentando encontrar rastro o evidencia de alguna persona. La esfera no le inspiraba la más mínima confianza, pues no encontraba motivos para que alguien fuera tan descuidado y lo primero que pasaba por su mente era un intento de emboscada. Sin embargo, no encontró nada que afirmara sus suposiciones y el único cuerpo que vio fue el que se hallaba en el suelo, a casi la misma distancia de un lado del linde al otro, del cual pudo adivinar poco más que un supuesto género masculino, pues la caprichosa iluminación no le permitía más. Adhael volvió a detenerse, apoyando su peso en la mano que apoyó en un tronco, llenando su pecho de aire y comenzando a descubrirse con las mismas suaves pisadas.

- Curiosa noche ésta, ¿no? – quizás no fuera un comentario cargado de ingenio, pero no era su intención dar una lección de retórica, sino dar a conocer su aparición y, por estas, desencadenar el gatillo que revelara las consecuencias de la supuesta treta en la que se estaba zambullendo. Se encontraba alerta y, por lo tanto, visiblemente tenso. De todas formas, el muchacho no era tan necio como habría podido parecer en un primer momento. Aún a pesar de tener que perder su caza, había elaborado una improvisada ruta de escape que le permitiera cruzar el riachuelo, al emplazarse más o menos cerca de él, y, con suerte, esconderse en el cobijo antes de que pudieran darle alcance a él. Esperaba, sin embargo, no tener que recurrir a aquella artimaña tan cargada de fallos.
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Mensaje por Thimothée Boucher Dom Oct 07, 2012 8:24 pm

Las estrellas parecían caminar por el cielo y la luz no dejaba de moverse entre mano y mano del chico. Estaba haciendo algo estúpido al tener esa bola de luz prendida en medio de la noche, era una presa fácil, podrían matarlo sin que él se diera cuenta, pero ¿era que importaba? No tenía mucho que perder en esa noche si perdía la vida, por lo que cerro los ojos y se concentro a escuchar los ruidos que lo rodeaban.
Aunque esto era medio imposible, los pensamientos de su mente eran tan fuertes que lo agobiaban, sentía los gritos de su padre, la indeferencia de su madre y la burla de su hermana una y otra vez… Era agotador, pero no por eso se dejo vencer, cerro los ojos más fuerte y se concentro aun más en los ruidos de la vegetación.
Solo se sentía el ruido del agua en la cascada, las hojas moverse con una suave brisa y el suave movimiento de la hierba, todo estaba en calma, sería una noche tranquila por suerte, pero aun quedaba levantarse para ir a buscar algo de leña y hacer fuego. No podía pasar la noche sin eso al menos, el frío no era algo que le gustara además de tener que secar la ropa de algún modo junto con su propio cuerpo, o terminaría enfermo.

La esfera de luz se dejo de mover un instante cuando se disponía a levantar la cabeza para levantarse del suelo e ir hacía los arboles caídos en busca de leña, debía de tener algo en los bolsillos para prender fuego o eso es lo que esperaba. Aunque esto no fue así, cuando una mano se dirigía al suelo para elevar su cuerpo, sintió como una rama se quebraba bajo la presión de algo. Rápidamente miro hacía todos lados con la esperanza de que fuera un animal, al menos pequeño y tener eso para la cena.
Cuando se contaba con luz era bastante fácil cazar, solo iluminaba frente a los animales con una esfera de luz o el entorno completo y quedaban atontados por lo cual se podía acercar rápidamente y tomarlos con una cuerda o simplemente matarlos.
Suavemente levanto el cuerpo del suelo y se quedo arrodillado mirando hacía todos lados, sin mover la esfera de luz, intentando saber de donde venía aquel ruido.
Su estomago rugía de hambre así que esperaba por lo menos un cervatillo para comer esa noche, aunque la sorpresa sería más grande.
Unos instantes después supo de donde venia el ruido, unas cuantas hojas se quebraban en el silencio de la noche, giro la cabeza junto con el cuerpo hacía el lugar dejando aun la esfera de luz delante de él para que no se viera su forma humana del todo completa, tal vez se sentía atraído por esa fuente de luz.

Entrecerró los ojos para distinguir una forma humana contra un árbol, seguramente estaba delirando y en este preciso momento estaba tirando en medio del claro aun con fiebre y con algún golpe en la cabeza. Movió la cabeza a ambos lados para quitar aquella imagen de la cabeza, pero no fue así…
Cuando una voz resonó en todo el claro, o eso le hizo parecer el susto que le dio la esfera de luz colapso apagándose repentinamente como en un estallido, su corazón se aceleró y quedo mirando el punto fijo en el cual estaba la sombra. Le costó reaccionar por unos segundos, después de todo, hoy si había llegado el fin de sus días, ahora podía arrepentirse de haber pesando que no le importaba perder su vida esta noche.
-¿Una bonita noche? – Exclamo preguntando al hombre o mujer que había fuera del claro, era en serio lo que había escuchado. Dudaba de que aquella persona estuviera diciendo las cosas sin ser broma. Le había dado un susto y ahora le habla de eso.
-Claro que es una bonita noche, mire las estrellas, el cielo sin nubes y yo aquí sentado frente a usted, esperando a que me mate-
Suspiro mirando de nuevo al cielo, diciendo aquellas palabras con total sarcasmo, seguramente sería alguno de esos amigos de su padre que siempre mandaba a buscarlo y que lograba burlar, pero esta noche había sido descuidado y realmente estaba en serios problemas si era lo que estaba pensando.
-¿Eres de esos amigos de mi padre?..- Dejo un pequeño silenció y luego miro hacía el frente de nuevo, sin saber si se encontraba en ese lugar o no el hombre- Vete sabiendo que yo de aquí de la única forma que me muevo es muerto.-

Una queja salió de su boca seguida por unas cuantas maldiciones, no tenía ganas de marcharse de ese lugar y menos aun morir en ese lugar, pero esas amenazas siempre servían para escapar. Seguramente a su padre no le gustaría ver a su hijo muerto, o era lo que intentaba creer.
Intentó nuevamente crear la esfera de luz, pero el susto lo había dejado embobecido y no salía nada de sus manos, más que unas cuantas maldiciones más de su boca por ser tan idiota.
La frustración era inevitable, y el tener toda la espalda mojada lo hacía aun peor, hacía frío o al menos eso creía él y el tener que soportar compañía no estaba haciendo para nada la noche fácil. La mirada siguió clavada en aquel punto, dejo que el silenció se produjera de nuevo, no pensaba moverse, y así se quedo quieto y sentado en medio del claro, esperando una respuesta de aquella persona.
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Mensaje por Adhael N. de Harik Mar Oct 09, 2012 5:39 pm

Al bandido le hubiera gustado, sin duda, conocer con quién estaba hablando. No hubiera pedido saber su biografía familiar, sus gustos o quiénes eran sus padres, ni tan siquiera su nombre; lo único que esperaba era ser capaz de ver los rasgos de ese anónimo interlocutor, ese cuerpo que se había enervado, al percatarse del fin de su soledad, pero sólo hasta el punto de sentarse, sin hacer amago de ponerse en pie. Sin embargo, esa delatora y juguetona luz ahora parecía tornarse en su contra, revelándose como irritante, se había dispuesto cegarle malintencionadamente y no permitiéndole usar ninguna de sus dos formas de ver para alcanzar aquella imagen que protegía tras de sí. Esa situación no duró mucho, pues, contra sus pronósticos, el que hablara le sobresaltó de sobremanera, y, de golpe, el foco que alumbraba el lugar desapareció.

La visión normal le seguía siendo inútil, pero la racial pudo llegar al sus rasgos. No es que le fuera de mucha ayuda, nunca había acabado de aprender a relacionar una con la otra, así que sólo podía hacerse una ligera idea de aquel semblante y ni siquiera pudo calcular la altura real del susodicho, pues seguía, tercamente, en el suelo. Ningún color acudía a él, pero sus facciones parecían puras, con el perfil de la nariz haciendo una línea recta y unas mandíbulas marcadas.

La voz que le respondió, sin embargo, sí sirvió para confirmar el género del hombre, masculino, como ya antes había supuesto, resultando ser ésta, quizás en parte alterada en un principio, pero sin perder esa suavidad que la caracterizaría a partir de ese momento y que induciría a la calma. Igualmente, aunque destacable, lo fue aún más la contestación que recibió, pues sugería que allí el objetivo de la trampa no era el kirathí, sino aquel yarothí, algo que legó a turbar por un instante al muchacho. ¿Era aquello parte de la treta, quizás un intento para que bajara la guardia y ser más fácil su captura? Sea como fuere, le había intrigado, y, aunque no iba a delatar cualquiera de sus sospechas a aquel extraño, sí había surgido en él la intención de indagar un poco más, si es que esto le era posible.

- Así que el joven no quiere volver a casa – remarcó la evidencia, sin delatarse aún. Lo cierto era que, en una primera impresión, supuestamente aceptando que en sus palabras no se escondiera la mentira, le parecía que no era más que un adolescente en esa época de rebeldía y que, tras una discusión con su padre, había huido del hogar para buscar refugio, inocentemente, en un lugar hostil. Dudaba que su aparición pudiera resultarle beneficiosa de alguna manera, así que la pregunta que rondaba por su mente era si podía terminar siéndole perjudicial. Podría ser alguien que supiera de su identidad, aunque la probabilidad era ínfima, o que fuera un cebo de otras bandas o, peor, de una patrulla de la guardia que se hubiera adentrado más de lo normal. Cierto era que el lugar no estaba lejos de Sagarís, pero los militares no solían inmiscuirse en asuntos que saliesen de las zonas legalmente habitadas. Debió ser el cansancio el que le hizo decantarse por la idea de que era el muchacho díscolo, así que llenó lentamente los pulmones de aire y, con la misma parsimonia, expulsó el gas por su nariz -. No, no soy amigo de tu padre – se sinceró, con una sonrisa preparada, mientras desenfundaba el puñal que llevaba a la cintura y limpiaba tranquilamente la sangre restante del degollamiento anterior en sus bermudas. Quizás podría saldar ese encuentro de forma rápida, asustando al muchacho y haciendo que huyese corriendo a los brazos de ese malévolo padre -, y si no tienes intención de salir de aquí, no tengo reparos en cumplir sus deseos – no le hacía extrema ilusión mentir, como tampoco le había resultado sencillo nunca, por lo que esa mueca en sus labios, en parte, era verdad, pero fruto del nerviosismo que le causaban esas situaciones. Le parecía, sin embargo, necesario en aquella situación, pues tenía que llegar al otro lado del riachuelo sin arriesgarse a que nadie le siguiera y descubriera uno de los escondrijos que su grupo contaba por aquella zona de los bosques de Thaessí.
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Mensaje por Thimothée Boucher Mar Oct 09, 2012 7:50 pm

Luego de varios intentos de formar una bola de luz nuevamente, levanto la cabeza sin ganas de morir realmente, ahora se arrepentía de haberlo pensado y tal vez dicho. ¿Era que realmente lo había dicho? O solo era un pensamiento de ello, aun así estaba arrepentido de cualquier forma.
Aquel hombre… si lo era, era un hombre por su tono de voz, la oscuridad no era que dejara ver mucho de su silueta, solo que al menos… y gracias a alguien del cielo o el infierno, quien sabe, no era un hombre de esos regordetes que trabajan junto a su padre, llenos de pelos que daban el aspecto de oso en verano, cuando están sucios de andar cazando.
El no poder ver era algo frustrante, y más siendo él el que podía crear luz, para que era de su raza si no podía ser capaz de controlar una bola de luz insignificante. Aun así no dejo de intentarlo, aunque esto mostrara un punto débil en sus poderes, no importaba mucho en ese momento, necesitaba luz, el otro era un desconocido que tal vez nunca más vería en su vida y él podría seguir con la suya.
-¿Es asunto suyo el que no quiera volver a mi casa?- Realmente necesitaba preguntarlo, esa frustración por no poder crear la bola de luz, lo ponía de mal humor y el tono en que le hablaba el hombre como si fuera mayor, un anciano era mas irritable.
Aunque esto era lo bastante molesto, la curiosidad de saber como era aquel hombre no salía de su mente, aun así más en la oscuridad, esa sensación aumentaba y era molesto, podría ser un asesino y él pensando en como era, en que nombre tendría, que raza sería y de donde era.
Era algo estúpido, pero podría decirse que él lo era en algunos momentos, bobo y tonto, si… Pero ese no era el punto, estaba delante de un hombre extraño y debía centrarse ahora mismo si no quería acabar mal.
Dejo de intentar con las manos crear la bola de luz, apoyo una en el suelo y con un ágil movimiento se paro, sacudió la ropa que tenía húmeda mientras un leve protesto salía de su boca, hubo una pequeña intención a despojarse de aquello que llevaba sobre su torso, después de todo estaría mejor sin ella, el frío que sentiría tal vez era hasta menos que con esa tela mojada.
En cuanto supo que no era amigo de su padre, un suspiro de alivió salió de su boca, realmente era un placer que no lo fuera, al fin la tensión comenzaba a irse y ahora si podría crear de nuevo la bola de luz. Un movimiento rápido de manos y una luz tenue, que apenas iluminaba la zona en la cual estaba parado se formo, agrandándola poco a poco hasta alejarla del cuerpo y dejarla en medio de ambos, para poder verse las caras, y si se sentía amenazado, podría agrandarla para cegarlo, seguramente por más visión nocturna o térmica que tuviera no podría verlo tras esa esfera de luz. De último recurso usaría alguna otra cosa, pero no lo creía necesario.

-Así que no eres amigo de mi padre, vaya…- Movió la cabeza a un lado y al otro, pensando en lo que diría, seguramente aquel hombre lo consideraba una amenaza, lo podía ver a simple vista, no era que su sonrisa fuera del todo sincera, eso lo podía ver hasta un niño. Era más una sonrisa de esas que forma el león de los dibujos al cazar una oveja, claro, así lo era, un cazador casando a su presa. Me veía como la cena de esa noche… Era que tenía que comenzar a sentir miedo… porque si fuera así, el miedo estaba lejos de mi cuerpo y no se había dado cuenta que era buen momento para aparecer.
Unos momentos después de haber pensado aquello, sus pensamientos no eran de nada equivocados, aquel hombre había sacado un cuchillo reluciente, lleno de sangre que en ese momento estaba limpiando, la luz creció levemente, aunque un segundo después volvió a como estaba, como si tratara de un palpitar del corazón de Thimothée, trago saliva y escucho sus palabras, realmente ahora había perdido toda confianza que había podido tomar luego de que se había enterado de que no era amigo de su padre.

-¿Me vas a matar?..- Preguntó, sabiendo la respuesta, era tonto al hacerlo pero le daba tiempo para pensar en lo que haría, escapar era algo que no serviría de nada, de noche no vería el camino, necesitaba la luz y seguiría siendo un blanco fácil, el otro hombre podría seguir con facilidad, y si lo hacía sin luz se enfrentaba a el riesgo de perderse, o de caer en al pozo, se podía imaginar mil finales distintos, y seguramente todos trágicos.
- ¿Qué te hice yo? El que no quiera salir de este claro, no significa que alguien me tenga que sacar muerto…- Suspiro, pensando lo siguiente que diría, necesitaba inspirarle confianza, o algo que le ayudara a tranquilizar al otro, no podía morir, no quería hacerlo y menos en manos de aquel hombre – Perdón, es que estoy pisando tu casa, me corro, no lo se…. ¿Tienes una entrada secreta?.. Sabes, es bonito invitar a tus invitados con algo caliente que comer, y más cuando los asustas.-
Eso no había sido muy inteligente, realmente no lo había ni sonado. Debía apurarse a decir algo más para que dejara ya ese cuchillo, estaba desarmado como para enfrentarlo. –Me llamo Thimothée, solo estoy aquí tratando de tener un momento de paz en mi vida, y si no es mucha molestia no es mi idea morir tan joven y en manos de un extraño.-
Suspiro mirándolo a los ojos, mostró una suave sonrisa tratando de tranquilizar el momento y estiro una mano mientras que con la otra seguía manteniendo la luz en una posición que no le molestara a ninguno de los dos, pero aun así se pudieran ver las caras. –Mucho gusto.- Término por pronunciar, con una mirada dulce y tranquila.
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Mensaje por Adhael N. de Harik Vie Oct 12, 2012 3:29 pm

El yarothí terminó por cambiar de idea, omitiendo esos vanos intentos de hacer uso de sus habilidades para colocarse en una posición más propensa a la huida, poniendo en entredicho su determinación a quedarse en el lugar tanto tiempo como voluntad le quedase. Así, reveló que ambos muchachos eran de una estatura similar, no siendo capaz de determinar quién era más alto que cuál. El siguiente descubrimiento vendría de la mano de que, al fin, en un último empeño, una nueva esfera, no tan engorrosa como la anterior, iluminó el lugar con una luz blanquecina. No había errado mucho con sus averiguaciones y, a eso, debía sumarle unos ojos finos y alargados, una boca levemente carnosa y un cabello liso y oscuro. Tampoco podía decir mucho más a causa de los metros que había impuesto, a sabiendas, distanciándole de él.

En un primer momento, no pudo evitar pensar que, ciertamente, era atractivo, pero no dejó que la lujuria se delatara en sus rasgos; es más, se apresuró a desterrarla también de su mente, pues aún cabía la posibilidad de que sus intenciones fueran distraerle para, así, volverle más vulnerable. Ciertamente, de ser este su objetivo, casi lo logra. Ante esta idea, la expresión del rostro del bandido se relajó, rebajándose esa curvatura que inundaba sus labios hasta desaparecer.

- No es asunto mío que no esté en su casa, pero sí que se encuentre en el lugar incorrecto en el momento menos oportuno – marcó él, enrevesando palabras para evitar facilitar un exceso de información de su parte y dejando de limpiar el arma en su mano, aunque sin devolverla a su respectivo lugar.

Adhael guardaba las distancias, no sólo físicamente, sino también en el contenido de la conversación. Era consciente de que el conocimiento de su persona podría volvérsele en su contra y no era algo que deseara, por lo que evitaba revelar cualquier rastro de su identidad. El otro, sin embargo, no resultaba ser tan tonto como pudiera haber dejado entrever al establecer su presencia en esa peligrosa parte del bosque, pues había dado en el clavo con su hipótesis. Tonto quizás no, pero majadero seguro, pues parecía sugerir que aquel que lo amenazaba lo invitara a cenar, algo que el kirathí no tenía motivos ni intenciones de hacer.

- Así que ahora a los intrusos se les llama invitados. Sagarís ha debido de cambiar mucho en el tiempo que no piso por ella – en realidad, hacía poco que visitaba la ciudad. La jornada anterior había estado en la capital para recoger el cargamento de contrabando que ahora su compañero custodiaba antes de transportarlo, por la mañana, al campamento base, preferentemente junto al antílope que había cargado hasta hacía unos minutos -. Parece ser que, si no quiero molestarle – siguió usando las palabras de aquel varón que decía llamarse Thimothée -, tengo dos opciones: o permanecer en el anonimato o decirle mi nombre y matarle. Lo cual, a términos prácticos sería algo bastante similar – añadió él para sí, sin tomar muy en serio sus palabras. No tenía ni la menor intención de acabar con la vida de aquel chico, si no era el cebo que había supuesto, pero, a veces, sencillamente se perdía en sus propias cavilaciones -. De momento, prefiero guardar mi nombre en secreto. Ya veremos si cambio de opinión – quizás no fuera justo, mucho menos amable, mas la virtud de la cortesía altruista en Thaessí, podía resultar un defecto que significase una condena a muerte. Por lo tanto, siguió con sus preguntas -. ¿No tenía otro sitio para tener paz que uno donde pudiera encontrar Paz eterna? – irremediablemente, el harikés iba camino de relajarse - ¿Es que tiene ganas de tentar a la suerte o sólo es un inconsciente? – no sabía si sus palabras sonarían a reprimenda o a ofensa, de nuevo haciendo caso omiso de esa molesta educación. No le importaba en demasía, si aquello le hacía avanzar en esas averiguaciones que, realmente, tampoco debían importarle. ¿Qué hacía que no seguía con el plan original y mandaba a ese agraciado yarothí de vuelta con su familia? El bufido correspondiente a aquella pregunta quedó convertido en un suspiro que dejó surgir por las fosas nasales.

No dio tiempo a más. Si en algún momento hubo contestación por parte del muchacho, él no la escuchó, pues, de pronto, llegó a él un ruido que robó su atención. Sus ojos dejaron de prestar atención a lo que tenía frente a él y su concentración se centró en el oído, atento a que ese sonido, o alguno que lo confirmara, se repitiese. Su brazo se había extendido hacia el frente, indicando con esa palma extendida a su acompañante que no dijese nada más. En realidad aquello fue un acto reflejo, un hábito aprendido con los años; de haber estado usando el raciocinio, hubiera recordado que el muchacho podría estar compinchado con el propietario de ese sonido fantasma y hubiera actuado de una manera más coherente. Ya era tarde para enmendar el acto.

El crujir de una rama bajo el peso de algún cuerpo volvió a surgir de algún lugar cercano y el muchacho intentó discernir alguna sombra en el linde del claro, pero, debido a la luz reinante, sus ojos no estaban habituados a la oscuridad que se cernía sobre la foresta. No sabía qué hacer, debido a la no declarada lealtad de aquel Thimothée, si confiar en él o dejarle a su suerte en el lugar. De una u otra manera, permanecer en ese sitio podía resultar, lo menos, peligroso, por lo que su estadía no estaba a riesgo de discusión. Por lo tanto, en un ágil movimiento, intentando evitar delatarse con los golpes de sus pisadas, comenzó a avanzar para abandonar el lugar y resguardarse por entre los árboles, rezando, nuevamente, a Aldemnus por que no hubiera escogido mal su punto de huida y se dirigiese directo a la emboscada. El muchacho decidiría por sí mismo lo que hacer; tan sólo esperaba que, igualmente, se hubiera dado cuenta de la situación y no los delatara. Y, ya de paso, que hiciera desaparecer esa acusante esfera.
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Mensaje por Thimothée Boucher Vie Oct 12, 2012 5:54 pm

La luz iluminaba el rostro de un hombre lo bastante bonito como para atraerle, era alguien que no se ve dentro de un bosque, si no son los niños de los grandes empresarios, esos que están casados con hermosas mujeres y sus hijos podrían hasta ser el príncipe azul de cualquier cuento de hadas. Claro está que en este tiempo, las hadas no existen y los príncipes azules… menos.
Que haría a esas horas de la noche en el bosque, cazando no creía, a estas horas ya los animales deberían de estar todos protegidos o difícilmente se pudieran encontrar en lugares fáciles, y que se hubiera escapado de su hogar, parecía que eso estaba muy lejos de la realidad, aquel hombre parecía mas un padre que un extraño. ¿Es que estaba dando órdenes o consejos? Era difícil de adivinar, pero que suponía una madurez mucho mayor a su edad.

-Que porque me encuentre con usted sea el lugar incorrecto y el momento menos oportuno, no quiere decir que para mi lo sea, podría continuar con su camino y yo seguir aquí hasta mañana que me de hambre y deba de irme a mi casa- Miro un minuto más el arma y le daba un cierto miedo que la usara en contra de él, tanta desconfianza causaba que no podía guardad ese trozo de metal y dejar que así pudiera respirar en paz.
Aquel hombre habla con un tono frío, así como cuando un mayor se enoja por lo que estas haciendo, además de ser distante, aunque claro, que iba a pedir si era un desconocido, aunque… si fuera por él, no le importaría conocer algo más de él, debía de quitarse ese pensamiento de la cabeza, no era bueno y más con alguien que amenazaba matarlo.
Lo siguió escuchando atentamente, cada palabra que decía alimentaba esas ganas de decirle que se callara, que parecía una madre luego de haber roto un jarrón de 1000 años, pero aun así seguía sin saber su nombre, así que seguramente podría ponerle un nombre inventado en el momento, seguramente no se enojaría, ya que no le había dado nombre, y por parte era algo que estaba agradeciendo a su Dios, no quería acabar muerto por saber un nombre insignificante.
Si hubiera dicho que estaba dando la ubicación de un cofre del tesoro, tal vez lo pensaría dos veces, pero un nombre… Era ridículo, o a caso se creía hijo de esas grandes familias que controlaban toda la isla.

-Si tu nombre me valiera para conseguir dos lingotes de oros, te lo pediría de nuevo, pero como es solo un nombre…. Tu decides si me lo das o no- Las intenciones de llamarlo Mamá, eran grandes pero para evitar que se enojara y terminar con la lengua cortada, se trago su saliva junto con esas palabras fuera de lugar, pensó rápidamente una respuesta inteligente para lo que había mencionado de la paz, es que seguramente para el hombre la paz eran dos mujeres bailando desnudas frente a él y claro, eso le diría además de agregarle algún otro detalle, seguramente dejaría de molestarlo.
-Seguramente tu paz sea en una habitación con dos mujeres bailándote desnudas… pero a mi no, esa no es mi paz, mi pa…- Las palabras se habían quedado cortadas, seguramente hubiera sido mejor, antes de seguir diciendo cual era su propia paz, el hombre elevo la mano y le hizo callar las palabras, se quedo con gesto ausente como escuchando algo, algo que seguramente no se estaba enterando Thimothée, dejo de prestarle atención a la luz y comenzó a escuchar el sonido del bosque, aunque a esto no le dio tiempo.
No sabía si hablar o seguir respetando aquello que había marcado el hombre, estaba en duda por lo cual se quedo en silencio y quieto, mirando hacía todos lados, hasta que aquel se movió ágilmente y comenzó a desaparecer.

Miedo, terror, eso era lo que sentía, que había escuchado que lo había asustado tal vez para salir corriendo de aquella forma, algo pasaba y estaba seguro que su vida peligraba más que con aquel muchacho. La esfera de luz se elevo rápidamente del suelo y la hizo recorrer rápidamente por dentro de los arboles tratando de divisar aquello que miraba el otro, hasta que una sombra apareció, el corazón cada vez latía más fuerte y ya ni el caudal de aire que entraba por su nariz era suficiente, necesitando así respirar por la boca, temblando y con dudas de lo que debía hacer.
Un hombre, dos… tres, eran tres lo que estaban escondidos mirándolo directamente, trago saliva y en cuanto aquellos comenzaron a correr hacía el, dando pasos hacía atrás hizo estallar la esfera de luz encegueciéndolos, ahora el problema era mayor que un simple hombre con una daga.
No espero ni un solo segundo en salir corriendo, no sabía ni que dirección había tomado, las ramas impactaban contra su cuerpo mientras corría, estaba desorientado y el miedo le hacía temblar el cuerpo, luego de varías caídas enredado en plantas rastreras que no lograba ver sin su esfera de luz, entro a una cueva oscura, metiéndose hasta lo más profundo y sentándose en el suelo, totalmente agitado.
Era imposible prender hasta la mas mínima partícula de luz, ahora estaba completamente perdido y solo, lejos de todo, sin comida, fuego y nada que lo protegiera y si había tenido la suficiente mala suerte seguramente eso era la guarida de un oso o algún animal más grande o peor, ya no sabía pero seguramente algo le pasaría.
En cuanto pudo controlar sus manos, se quito la camisa rasgándola en varios pedazos para anudarla en las heridas de los brazos que se había realizado con las caídas y las ramas, mientras que otro trozo iba directo a su frente, seguramente en alguna caída se había lastimado la frente o la cabeza, no sabía realmente lo que le dolía pero de lo que estaba seguro, era que la sangre tenía un olor horrible y un gusto salado casi metálico.
Ahora solo tocaba esperar que con suerte quedaran unas pocas horas de la noche, pronto apareciera el sol y esos hombres hubieran quedado lo bastante ciegos como para no ver su huida.
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Mensaje por Adhael N. de Harik Mar Oct 16, 2012 8:34 pm

Sus piernas, con la aparición de la adrenalina, no tardaron en olvidar el cansancio anterior y centrarse en prepararse para el trote que, poco a poco, se convertía en carrera. El sonido de sus pies, al terminar cada zancada, quedaba levemente amortiguado por la hierba y la tierra humedecida, por mucho que, llegado a ese punto, hubiera vuelto a sus preceptos de rechazar el sigilo, ahora no por capricho, sino por necesidad.

El kirathí no volvió su vista atrás en ningún momento, consciente de que podría resultar peligroso de portar sus adversarios armas de que pudieran alcanzarle a distancia, como arcos o, los Diez no lo quisieran, pistolas y escopetas. Sin embargo, detenerse tan solo un segundo a analizar la situación pudiera acarrearle una desventaja similar y, por lo tanto, decidió que lo mejor sería enfocar sus sentidos en lo que tenía frente a él. Al parecer, los bandidos no habían rodeado el claro por completo, derivando él de dicho descubrimiento que sus efectivos no debían ser altos, o quizás sólo fuera fruto de su optimismo el que le hiciera inclinarse hacia aquella idea. Tampoco sabía si el tal Thimothée le seguía, para apresarle o para huir junto a él, o si seguía obcecado con la idea de morir en ese lugar.

Los árboles de la selva, tan altos, le volvieron a brindar amparo, ocultando su figura, que ya debía confundirse entre las sombras reinantes, en un momento en el que su ánimo resurgió, dotándole de nuevas fuerzas para correr, esquivando los gruesos troncos y saltando ágilmente, buscando evitar resbalar con cualquier hoja mojada que, malintencionadamente, se inmiscuyera en su camino. Perdió el sentido de su devenir, no dándole demasiada importancia por el peligro que podía estar pisándole los talones y por conocer bien ciertos puntos del bosque, lo cual le daba la esperanza de rencontrarse. Tampoco es que pudiera pensar claramente en aquel preciso momento.

Curiosamente, su mente recordaba alguno de aquellos eventos que tenían serios paralelismos a lo que entonces acaecía, obviando el hecho de la compañía que se había encontrado. Resultó ser posible, para él, que aquel imprevisto hubiera salvado su carga, pues, de haberle estado siguiendo, podría haber llevado a sus rivales directos al armamento que escondían. No habían sido demasiado numerosas las ocasiones que había evitado ser capturado o dado muerto, teniendo en cuenta los años que llevaba transitando aquellos lugares, pero sí tenía la suficiente experiencia como para evadir dicho destino una nueva vez; o al menos con esas palabras se transmitía a si mismo coraje.

Tras varios minutos corriendo sin una fija determinación, terminó dándose la opción de detenerse. Nadie a su alrededor, nada que pudiera descubrir su visión térmica, salvo algún pequeño animal escondido; pero tampoco podía dar la amenaza por pasada, pues las cinco razas tenían habilidades como para resultar peligrosas, así como técnicas para burlar las suyas. Así mismo, no resultaba aconsejable quedarse en el lugar, pues seguía sin ser seguro quedarse a la intemperie en medio de aquella hostilidad.

Moviéndose con medida lentitud, comenzó a deshacer sus pasos, intentando regresar al lugar del que había partido, alerta por cualquier cosa que pudiera presentársele. El pensamiento del cuerpo inerte del antílope hizo que le embargara una arrebato de rabia, por tanto esfuerzo perdido, pero se contentó con la idea de que, si la suerte le sonreía, a la mañana siguiente podría recuperarlo en el suficiente buen estado como para ser comestible. Hecho esto, procedió a apartar sus juicio a otros menesteres, no teniendo otro que ocurrírsele que el de los claros ojos que creía haber vislumbrado momentos atrás. ”Una pena” pensó, para, pronto negar con la cabeza y concentrarse en el presente.

Siguió avanzando con la misma cautela, hasta que, de pronto, el crujir de una rama en los alrededores le puso en sobre aviso. Dirigió su mirada allí y se encontró con los ojos de otra figura, hombre por su complexión, y, sin mayor espera, recuperó su prisa, volviendo a poner en su rumbo cualquier punto que pudiera servirle de escape. Su corazón latía fuerte, pasando por su cabeza la torpe idea de que terminaría por ser éste el que lo delatara a cualquier otro depredador en el lugar. Había podido percibir que el otro hombre era robusto, de lo cual nacía la idea de la clara inferioridad en la que se encontraría inmerso de verse alcanzado, pero también la ventaja de ser más ágil que él. Tras el tiempo que consideró suficiente como para saberse a solas, se tranquilizó, pero sin rebajar el ritmo, siendo tan descuidado y tan malo su sino que debió tropezar con piedra o rama dispuesta a conciencia en su camino. Perdió el equilibrio y lo último de lo que pudo percatarse fue del fango en el suelo acercarse a su rostro. Luego un sordo dolor y la inconsciencia.
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Mensaje por Thimothée Boucher Miér Oct 17, 2012 1:07 am

Maldito frío, maldito fango, cada minuto que pasaba era más complicado estar en aquel lugar, necesitaba luz y algo de fuego, no podía seguir estando en aquella cueva sin comer ni tomar agua, seguramente las serpientes no tardarían en llegar.
El muchacho no hacía más que maldecir, tal vez si aquel hombre no se hubiera cruzado en su camino, jamás llegaría a estar metido en tremendo lió, debía de planear algo rápido para no morir de una forma lenta y cruel, y si eso pasaba aseguraba que hubiera querido morir en manos de un cuchillo a sangre fría.
Tras un rato de pensar y seguir temblando acurrucado en aquella cueva, decidió pararse e ir en busca de soluciones, primero que todo hizo aparecer una pequeña luz, nada más que un destello tenue en el suelo para verlo, lo llevo poco a poco y se fijo la profundidad de la misma, por suerte esta no era muy profunda y tenía como si fuera otra hacía un costado que podría servir perfectamente de refugió, y en ese lugar sería.

Salió al exterior y diviso unos arbustos, eran bastante bajos y fáciles de arrancar, el follaje era espeso por lo cual serviría de piso y puerta, además con el fango podría sellar una de las ramas haciendo algo tipo de tejido con el mismo para que no se filtrara luz, el ser artesano le había ayudado, y en ese momento lo agradecía.
Armo un pequeño fuego con piedras alrededor y unas cuantas piedras en el borde para que no se expandiera, y poco a poco extendió por todo el suelo las hojas, el suelo quedaría cubierto y si no lo pisaba mucho con suerte podría secarse, en una esquina, lo mas alejado posible de la puerta dejo un colchón de hojas mucho mas alto, especialmente en un extremo para hacer un estilo de cama improvisada, seguramente sería incomoda pero para pasar la noche y parte de la mañana serviría.
La puerta la colocó donde iría y con un par de enredaderas la ató, salió hacía afuera y con suerte la luz no se notaba, aunque aseguraría la otra entrada mayor con más ramas clavadas en el suelo para tapar aquel refugio totalmente.

Ahora solo quedaba buscar algo de comida, y agua, principalmente agua. Debía curar sus heridas, o al menos lavarlas, sabía que caminando por derecho no tendría oportunidad de perderse, volvería de nuevo por donde había ido y no se alejaría mucho.
Luego de caminar unos cuantos pasos, aumento el ritmo cuando escucho el agua, una pequeña cascada producía este sonido, y eso era como el paraíso seguramente, encontraría algo de comida cerca, alguna fruta o algo por el estilo.
En cuanto comenzó a correr, unos pasos más allá, algo lo hizo tropezar, un quejido se sintió y cayó de cara contra más fango, volviendo a lastimarse ahora una pierna con un tronco, si no faltaba más ahora eso, tardo unos segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo se lleno una sorpresa, y bastante grande.
Giro su cuerpo sobre aquella tierra húmeda, ya daba igual la suciedad, tenía el agua a pocos pasos, pero sus ojos se abrieron de repente, un cuerpo inconsciente estaba tirado en el suelo, parecía sin vida, era un hombre por lo que pudo ver gracias a un rayo de luna que llegaba a su rostro, pero eso no era todo, su boca se abrió cuando se dio cuenta que era aquel hombre del claro, que no había querido revelar su nombre.
No era justo dejarlo tirado, al asecho de cualquier animal, el agua estaba cerca seguramente podría cargarlo hasta ese lugar, rellenar algún tronco con agua, inclusive su cantimplora, y llevarlo con él hasta el refugio.
Y eso hizo, en cuanto pudo pararse, rengueando arrastro el otro cuerpo a su lado, con un brazo por sobre sus propios hombros y con la otra mano tomada abrazando el torso, lo llevo hasta la cascada, donde lavo o trato de hacerlo con ambos cuerpos. Quito la tela que cubría el cuerpo del contrarió, aunque no lo cubría totalmente y dudaba de que esa tela lo ayudara a protegerse del frío seguramente estaría relacionado con el fuego, y también la lavo, mientras el cuerpo aun seguía sin reaccionar arrecostado a un tronco, la situación era preocupante y ya no sabía que hacer, tenía un cuerpo que hubiera deseado para él, y el quitarle aquella tela había sido lo mejor que le había pasado desde la mañana, le había sacado una sonrisa de la cara, pero aun así no quiso continuar. Lo ideal hubiera sido lavar toda la ropa y los cuerpos, pero no sería lo correcto, prefería llevarlo de urgencia a la cueva para darle agua y ponerlo al calor del fuego en aquella cama improvisada que tenía.

Dejo la tela del hombre sobre su cuello, no volvió a colocársela, no entendía muy bien como iba puesta, mientras ataba varios troncos de lo que parecía ser bambú pero exactamente no sabía lo que era, en su espalda llenos de agua al igual que la cantimplora con enredaderas que había al costado del árbol, volvió a tomar al hombre como lo había traído y comenzó a andar a paso lento hacía la cueva nuevamente. El camino fue duro, su pierna estaba llena de sangre y el renguear con un cuerpo ajeno haciendo mas fuerza, no era fácil, pero al menos había encontrado un par de hongos y unas frutas silvestres en el camino, que metió dentro de la tela que tenía en su cuello, previamente anudada, al menos había servido de algo aquello.
En cuanto divisó el lugar de la cueva fue un gran alivió, en aquel lugar podrían descansar los dos, mientras revisaba que tenía el otro y trataba de salvarle la vida, lo miro un par de veces, era la criatura más bonita que había visto hace años, pero aun así aquellos pensamientos no lo detuvieron, entrando con determinación en aquella cueva y depositando con cuidado todo lo que traía.
Dejo el ropaje en una rama secando al calor del fuego, al hombre cerca del fuego sobre el colchón de hojas y cerro la puerta, sellándola con más fango y el fuego lo hacía secar rápidamente, quedando solido por donde no entraría ni saldría nada sin romper aquello.
En cuanto pudo solucionar todo, y poner los hongos a cocinar sobre el fuego, tomo asiento al lado del cuerpo, tomando un trozo de su propia camisa y mojándola apenas, suavemente comenzó a lavarle la cara, el pelo y aquella sangre que goteaba de su frente, seguramente se hubiera dado un golpe lo bastante fuerte como para dejarlo inconsciente.
Le rezaba a los diez, para la mejoría de su acompañante, ahora, lo veía pálido y no sabía realmente que hacer, mojo sus labios en agua y gota a gota, le dio algunos sorbos para que tomara. Esperaba que pronto despertara, o tendría que acudir a alguien que supiera, pero no era buena idea o él pensaba eso. Por lo cual siguió limpiando el torso de aquel hombre, sentado a su lado mientras mantenía su frente con un paño mojado y dándole sorbos de agua cada tanto.
Seguramente la calidez del fuego pronto lo recuperaría….
-Yo te cuidare- Susurro, cerrando los ojos casi como escapando del agotamiento y el dolor que tenía en aquel momento, - Yo te cuidare, pero despierta por favor...- volvió a susurrar, como rogando aquello, deseando con todo su corazón que aquel hombre estuviera bien.
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Mensaje por Adhael N. de Harik Jue Oct 18, 2012 8:43 pm

El sueño era extraño, un sinsentido. Las cortas conversaciones carentes de significado se entremezclaban con acciones con tanta o menos racionalidad que éstas. Mujeres, niños y hasta animales jugaban a confundir una lógica que no estaba hecha para comprender esa realidad. En un leve esbozo pudo descubrir el torreón central de la Ciudadela de Harik, edificada para ser defendida de ataques corsarios, pero que ahora no podía salvarle de los turbios rincones de su intelecto. De la garganta de una joven muchacha surgió una voz que reconoció como la de su madre, censurando el haber traicionado a su familia, a ese linaje que debía recuperar su esplendor, al tiempo que su piel se secaba y arrugaba, sus ojos se hundían e iba envejeciendo a pasos agigantados. Se sentía aturdido y acosado, casi impotente al no ser capaz de eludir aquellas vivencias. Sin embargo, en determinado momento, no supo adivinar si fue durante un largo periodo o sólo en un instante, una nueva voz apareció en escena, la cual le resultaba familiar, pero, a la vez, poco conocida. ”Yo te cuidaré” resonaba en su mente una y otra vez, como si de eco o mil personas le llamaran a abandonar aquella pesadilla.

Antes incluso de abrir los ojos, su primera reacción fue soltar un leve gruñido. El dolor de la cabeza era fuerte, extendido, pero a la vez punzante. Le irritó sentirse así, herido y confuso. La siguiente percepción que recibió, ya sí, provenía del exterior, un ambiente cargado a humo y el crepitar de la fuente, una fogata, que no parecía demasiado grande, pero que, desde luego, hacía que hiciera calor en la estancia; no en demasía, o le hubiera empeorado su humor. Fue entonces cuando los últimos sucesos acudieron a su mente y, al no recordar haberse arrastrado hasta ningún refugio, mucho menos considerarse capaz de haber buscado leña y prendido un fuego, se asustó. Sus párpados se abrieron de golpe, encontrándose, de improviso, con otros que le parecieron tan cercanos como la voz aquella, pero que no supo reconocer hasta haber recorrido el resto de rasgos. Su corazón se alteró de sobresalto, no pudiendo decidir si fue antes o después del reconocimiento, o si fue en ambos casos, pero el hecho fue que inconscientemente su cuerpo pretendió moverse, alejándose del posible peligro. No lo logró en gran medida, pero sí lo suficiente como para agravar su aflicción, haciéndole entrecerrar los ojos, que no cerrar, pues no se permitía ser aún más vulnerable.

- ¿Dónde estoy? – preguntó, en casi un susurro, pero con un tono que pretendía no denotar debilidad. No sabía si no tenía fuerzas o, sencillamente, era que seguía noqueado del golpe, lo cual resultaba bastante probable.

Aprovechó ese instante para echar un vistazo al entorno. La piedra caliza de las paredes le descubrió que se encontraban en una cueva, quizás un recoveco o quizás el final de una, frente a las llamas ya predichas que les separaban de lo que aparentaba ser la salida, un cúmulo de ramas debidamente fijadas con barro. El lugar era estrecho y no cabía nadie más, pero tampoco podía estar seguro de si alguien se encontraba al otro lugar de la improvisada puerta. Lo cierto era que le resultaba raro que el muchacho hubiera hecho aquello él solo y en tan poco tiempo, aunque, pensándolo dos veces, tampoco sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente.

Devolvió sus iris amarronados a los del contrario, percatándose ahora, en la cercanía, de que, efectivamente, eran de un color claro, un verde casi etéreo, como si estuviesen hechos de un cristal levemente tintado que reflejaba la danzarina luz de la hoguera. Tragó saliva y, sólo entonces, se dio cuenta de que, por un instante, su mente se había quedado en blanco, olvidándose, incluso, del dolor, el cual regresó tan de pronto como él apartase sus ojos. Se enervó hasta sentarse, por mucho que eso aumentase la presión en su cabeza, buscando una postura que no le pusiera tan en desventaja y a merced de los deseos de su acompañante, con el entrecejo levemente fruncido por lo que acababa de experimentar. No entendía el porqué de aquello o, más bien, no entendía cómo había sido capaz de dejarse llevar por lo seductor de ese mirar. Aún debía descubrir si se trataba de un enemigo o alguien en quien, en algún caso, pudiera confiar.

- Thimothée – mencionó su nombre repitiendo el mismo tono que antes, pero ya hablando y olvidando la levedad de su voz -. ¿Por qué estoy en este lugar? - realmente no preguntaba tan sólo el porqué, sino, además, el cómo había sucedido aquello.

Lo cierto era que el muchacho resultaba inofensivo y casi quería, sin siquiera quererlo, relajarse y fiarse del yarothí, pero sabía que esa apariencia podía ser engañosa, ya que seguía sin tener en claro su implicación, o la falta de ésta, en el evento del claro. Igualmente, por mucho que la razón le dijese lo contrario, le era imposible no darle la oportunidad de demostrarle su total inocencia.
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Mensaje por Thimothée Boucher Vie Oct 19, 2012 5:59 pm

Cuando aquellos ojos se abrieron de golpe, no supo si tener miedo o alegría, aunque termino formándose una sonrisa en su cara, suave y dulce, igual que la mirada, tenía esas ganas incontrolable de seguir limpiando sus heridas, limpiar su pecho, cuello de aquella sangre que se había secado y mezclado con fango.
No era una persona que conociera, podría ser posiblemente un asesino, pero era que se veía como alguien que necesitaba cuidados, necesitaba que alguien lo quisiera, que lo cuidara aunque eso no podría ser así, él sería el que tendría que ser cuidado, pero al menos poder darle afecto que se notaba en la mirada del hombre que faltaba.
Lo miro atentamente, sin mover el cuerpo como entrecerraba los ojos seguramente de dolor, no era una herida simple, era un golpe en la cabeza y seguramente no sería leve como para haberlo mantenido inconsciente incluso cuando chocó con el cuerpo y prácticamente cayo sobre este.
-Estas en una cueva donde me refugie sobre esos hombres que estaban en el claro, los logre cegar o eso creo con una bola de luz, y corrí a ciegas hasta llegar a esto…-
No sabía si seguir contándole o no, siguió observándolo atentamente, cada movimiento que hacía y por lo que pudo adivinar, aquel hombre era muy observador, quedándose quieto en el lugar, solo se movió para arrodillarse y dejar ambas manos tomando el trapo sucio sobre sus piernas, por un momento se perdió mirando la boca del hombre, recorriendo poco a poco su rostro, subiendo por la línea de la nariz para terminar mirándolo a los ojos, perdido, la llama del fuego se reflejaba en los propios y un destello de luz se creo entre sus manos para luego ser apagado repentinamente cuando bajo la mirada, arrepentido de haberse perdido de aquella forma en el hombre, en ese ser extraño.

El escuchar su nombre lo devolvió al lugar en que estaban, dejando todo pensamiento sobre aquel hombre atrás y centrarse en lo que realmente importaba, la seguridad propia. Podía ser que aquel fuera un asesino, y eso no podía quitárselo de la mente, era aun joven para morir, y prefería no hacerlo.
-Estas conmigo porque cuando iba a buscar comida o agua a ciegas me tropecé con tu cuerpo tirado en el fango, te reconocí y te traje a este lugar que improvise antes de encontrarte- Un leve suspiro salió de su boca, para volver a sentarse en el suelo y comenzar a limpiar la herida de su pierna y luego de ello hacer un torniquete, dolía como para poder caminar mucho más lejos, el cargar con un peso extra había empeorado aquel dolor, pero no era que importara mucho, tal vez ahora tendría la oportunidad de conocerlo mejor.

-Te cargue hasta la cascada, para mi suerte estaba cerca y la luz de la luna me ayudo a ver, te limpie y me limpie yo, traje agua y te traje a ti, podría haberte dejado que una pantera te comiera… Pero así jamás hubiera sabido tu nombre-
Realmente eso no era cierto, lo había salvado porque realmente no creía que ser tan hermoso como aquel hombre mereciera morir en manos de alguna bestia, o que con mala suerte los hombres del claro lo encontraran y lo mataran o le hicieran alguna cosa, que seguramente no sería bonita.
-Realmente si quieres irte, solo tira de esas enredaderas y la puerta se caerá abajo. No puedo retenerte aquí, pero con esa herida no llegaras muy lejos… ni yo con mi pierna así.-
Lo miro por un par de segundos más y volvia a dirigir la vista hacía el suelo, en parte estaba alegre de que se había recuperado, pero ya no podría tener su rostro entre las manos mientras lo cuidaba para que despertara, por otro lado tenía miedo, y no sabía realmente que hacer.
Escucho atentamente el exterior, y no sintió nada mas que el aleteo de algún pájaro sobre los arboles y la brisa moviendo las hojas de los arbustos, todo estaba en calma menos aquella porción de cueva, el ambiente parecía estar tenso, y no era que se respirara confianza, aunque al menos el piso ya se había secado y las hojas brindaban una buena protección, tenía ganas de dormir para olvidar todo el día de hoy, aunque no sería posible.
Como olvidar los sucesos de esa noche, como poder borrar los recuerdos de su mente, aquellos olores que había experimentado, por más escondidos que estuvieran dentro del fango y la humedad de aquella cueva.
Era idiota al estar pensando esto, solo lo había conocido hacía un par de horas, no sabía ni su nombre y sentía ese sentimiento proteccionista.
Sacudió la cabeza apretando el trapo, y con esfuerzo se movió hacía una esquina, sin decir ya mas nada, en silencio, tomando sus piernas para atraerlas al pecho y dejar la frente apoyadas en ellas, hecho un ovillo, con la espalda recta a la pared, no sabia ni para que se había ido de su casa tantas horas, extraña ahora su cama por mas fea que fuera, extraña el calor de sus mantas y la protección que le brindaba aquella casa de estos momentos, de esos pensamientos que tanto le aterraban, se negaba a creer que en serio estaba pensado que aquel hombre era hermoso.
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Mensaje por Adhael N. de Harik Vie Nov 02, 2012 4:48 pm

Según el muchacho relataba lo acaecido durante la inconsciencia del harikés, éste se centraba en seguir sus movimientos, no pudiendo aclarar si le agradaba o le ofendía la creciente distancia. A un entender intuitivo, pero lógicamente negado, eran ambas, ya que le ofendía el propio agrado a esa compañía en particular. Aliviado, entonces, de tener sus cuerpos algo más alejados, suspiró de forma apenas perceptible, pues su mente debió despejarse un mínimo ante un mayor acceso al aire, o esa fue la rápida excusa que logró elaborar para sí, pues éste se encontraba tan viciado de humo que, aun llegando en plenitud a él, no podía dejar de resultarle pesado.

Thimothée parecía herido, a juzgar por el tratamiento que aplicó en su pierna, algo que no tardó en confirmar antes de que él pudiera siquiera formular pregunta alguna. Por lo tanto, dado que el uno difícilmente podría salir corriendo de ser necesario y el otro tenía una fuerte contusión de consecuencias aún desconocidas, estaban ambos confinados a la compañía del otro, como bien, nuevamente, procedió el yarothí a coincidir antes de que ninguna palabra surgiese de la boca del ahädio. No podía decir que las perspectivas le desagradaran, dejando al margen el riesgo que poco a poco iba olvidando, ya que su inocente e irracional deseo de conocerle, que le había asaltado en un principio, estaba presto a ser cumplido. Lo cierto resultaba ser que todo aquello aparentaba predispuesto, aunque no por la intención de una voluntad humana, sino por una serie de coincidencias que derivaran hacia un irremediable destino.

En cierto momento se percató de que se había perdido en sus propios pensamientos, tan ilusorios que le hacían dudar de que el golpe tuviera más repercusiones de las ya visibles. Volviendo a la realidad, notó como su compañero de cueva se había retirado aún más de su vera y de que el silencio reinante no podía ser roto ni por el crepitar del fuego. Sentía una extraña necesidad de hablar, seguro fruto de la incomodidad que se había instalado en la gruta, pero no logró encontrar ninguna palabra que pronunciar, así que el mutismo siguió campando a sus anchas y jugando caprichosamente con sus nervios durante un par de minutos más.

De pronto, sus manos debieron volverse sumamente interesantes, pues su vista se centro y concentró en ese pulgar izquierdo que se deslizaba suavemente sobre el canto del índice adyacente, en un comportamiento tan banal como superfluo. Levantó la mirada para perderla en una escueta nada y sólo en una rápida ojeada, que no duró más de dos segundos, se atrevió a mirar al de los ojos verdes. Con la molestia que suponía la ausencia de conversación, su mente sólo conseguía rondar un mismo tema al que recurrir y, aunque no estaba seguro de ser aconsejable el desvelar secretos, se aventuró a descubrir uno, como quien se agarra a un clavo ardiendo.

- Me llamo Adhael – mencionó él, volviendo a clavar sus pupilas en el varón de la esquina, si es que podía usarse tal definición en las irregulares paredes de la caverna. El nombre no era, precisamente, común en aquel lugar lejos de su patria, pero no podía decirse que su acento, si bien no tan marcado, se ajustara al perfil del propio aeltheo, con esas haches aspiradas que hacían sospecharle como palahädio. Por otro lado, dado la teórica sinceridad de Thimothée y el también teórico rescate con el que había tenido la bondad de asistirle, circunstancias que no iba a dudar en régimen de esa confianza que había depositado en él, sentía que debía corresponderle con un apelativo real con el que llamarle -. ¿Y encontraste comida al final? – preguntó refiriéndose a sus intenciones cuando le encontrara, pues no sabía cuánto tiempo debían permanecer en aquel lugar. Dado el incipiente lazo que se estaba formando entre ellos, decidió usar en su trato términos más cercanos que aquel de supuesta cortesía que utilizase con anterioridad.

Intentó acomodarse, apoyando su espalda contra la roca, y no alcanzó a retirar la mirada del otro hasta que llevó su mano a recolocar su prenda superior. Su tacto no encontró la textura del tejido, sino la de su propia piel, algo húmeda, no sabía si de sudor o del agua que impregnaba la hojarasca y sus pupilas, entonces, se clavaron en aquella tela que colgaba frente a la hoguera, secándose, la cual reconoció como la suya. De pronto, se sintió casi desnudo, lo cual podría resultar estúpido si se tenía en cuenta que algo menos de la mitad del tronco quedaba al descubierto aun cuando estaba tapado. No le gustaba mostrar su torso al descubierto, al menos no frente a desconocidos, pese a ser consciente de no tener nada de qué avergonzarse, y podría haberse dicho que un leve rubor había asaltado sus mejillas, de no ser porque su piel no era estrictamente blanquecina y porque la luz del fuego jugaba a ocultar la evidencia. Sin embargo, ya no podía devolver la mirada a su acompañante y sus movimientos, antes más despreocupados, se encontrarían ahora cargados de nerviosismo e inseguridad, si no procedía a solventar la situación. Tragó saliva y resopló antes de separarse de la pared y ponerse medianamente en pie, estirándose para recuperar su pertenencia en el menor tiempo posible. Tan brusco debió ser su amago que, al retornar al lecho, perdió el equilibrio y cayó de lado, quejándose al chocar contra el suelo. Muy lentamente, intentó levantarse, intentando olvidar el ridículo en el que se estaba metiendo casi sin ayuda.
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Mensaje por Thimothée Boucher Dom Nov 18, 2012 5:49 pm

-Adhael…- Pronunció antes de volverse a sus pensamientos, y tratar de respirar el aire pesado de la habitación, si es que aquello se podía definir de tal manera.
El fuego ya no era necesario, no al menos por el momento y el aire comenzaba a llenarse de humo, por lo cual lo mejor sería apagarlo y no tardó en hacerlo. Se levantó como pudo, con algún que otro quejido por su pierna aunque esta ya estaba mejor e hizo un hueco en la puerta improvisada de aquel lugar.
Termino el hueco sin darle importancia al otro hombre, no lo miro ni siquiera le consulto lo que estaba haciendo, al terminar el hueco se giró y con una gran hoja del suelo seguramente de algún árbol parecido a una palmera, aunque realmente no sabía lo que era, la tiro directo sobre el fuego y luego lo aplasto. Este no tardo en apagarse, las cenizas habían quedado enterradas en la tierra, no costo mucho, aunque no quito la hoja de encima, podría volver a prenderse y no es lo que querría.
Unos segundos pasaron sin ver nada, al menos él y no tardo tampoco pensar en que si el otro vería algo, tal vez simular un tropiezo y caer sobre aquel cuerpo ajeno no sería mala idea. Pero aun así por más ganas que tuviera, solo hizo aparecer una débil luz en medio de la habitación, una esfera brillante aunque no dañaría los ojos de nadie y volvió a su lugar, donde estaba para mirarlo levemente y luego volver la mirada a la luz.
El hombre volvió a hablar y lo saco de sus pensamientos, ¿Había dicho algo de comida? Creía que sí, aunque realmente no sabía que le había preguntado.
-Sí encontré algunas frutas de camino hacía aquí y esos hongos…- Se quedó por unos segundos pensando que había sido de aquellos hongos que había puesto a cocinar, se había olvidado totalmente por lo cual se levantó y miro los palos en los que había puesto la comida a cocinar.
-No es algo que sea realmente rico, pero aun así yo los como cuando vengo al bosque… aunque tal vez prefieras una ¿fruta?-
Terminado de decir esto, elevo las manos, en la derecha una fruta que realmente no sabía que era, pero se veía apetitosa, sabía bien y aun no le había causado nada cuando probo un bocado, y en la izquierda un palito con varios hongos en el.
Por un minuto no supo qué hacer con aquella comida, el hombre comenzó a verse nervioso y no sabía si reírse o ayudarlo, por alguna extraña razón cuando vi su prenda superior seca fuera de su cuerpo, sus ojos se abrieron como una lechuza y su cara se volvió la de un niño pequeño asustado.
No pudo más que aumentar el tamaño de aquella esfera de luz y correrla hacía algún lugar que pudiera ver mejor su cara, y una leve risita que logro disimular levemente con una toz, salió de Thimothée.
Aquel hombre se había ruborizado, o ¿solo era su imaginación? Aun así no pudo quitar la mirada del hombre, tenía ganas de reír, él también estaba sin ropa en el torso y no sentía ese nerviosismo que sentía el otro.
-¿Te ayudo en algo?- Pregunto, ocultando de nuevo su risa, mirándolo con cierto asombro mientras comía un hongo suavemente.
Cuando se levantó, lo miro más fijamente, no era que le gustara esa idea de que anduviera caminando con las lesiones que tenía, si se llegaba a dar otro golpe tal vez terminaba de nuevo inconsciente, y por más que quisiera tocar su cuerpo, no sería de esa forma.
Un paso, otro más y al suelo, eso se puede resumir de aquellos movimientos. Tomo una milésima de segundo que la prenda desapareciera del lugar y volviera a las manos de su dueño, y el nerviosismo que tenía presente aquel, lo hizo tambalearse y caer.
El quejido lo alarmo, Thimothée dejo de reírse y su cara se volvió la de alguien preocupado y con miedo, se levantó y se acercó, lo miro y extendió una mano.
-¿Te pasa algo? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Te golpeaste? ¿Quieres agua? ¿Comida?-
En otro momento hubiera sido gracioso preguntar tantas cosas seguidas, pero cada vez aquel hombre le preocupaba más y necesitaba ayudarlo. Es más, se olvidaba hasta de su propio dolor por ayudarlo.
Sin molestarlo, se sentó relativamente cerca, mirándolo con atención. Tomo un trapo y lo mojo apenas la punta, y con cierto miedo lo acerco a su cabeza para borrarle una mancha de sangre.
-¿Puedo?- Preguntó a unos centímetros de tocarlo, con ese tono dulce y relajado que tenía cuando hablaba, tal vez si no tenía su permiso se enojara y dejara de hablarle o tal vez le diera un golpe por tocarlo, aun no sabía.
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